Investigadores de Nueva Zelanda revelaron un posible nuevo mecanismo de diseminación y evolución de la vida en la Tierra, a través de una erupción volcánica hace 25 mil años que envió microorganismos hasta 850 kilómetros de distancia. Para la geóloga Alexa Van Eaton, de la Universidad Victoria, la capacidad de los microorganismos de viajar con el viento a lugares lejanos es algo conocido.
El pasado año, investigadores de Estados Unidos probaron que las corrientes de aire a través del Pacífico transportan miles de especies de bacterias desde Asia hasta Norteamérica.
En la década de 1970, el vulcanólogo Steve Self encontró curiosos restos microscópicos en los depósitos de una erupción acaecida en la isla norte de Nueva Zelanda hace 25 mil 400 años.
Se trataba de fragmentos de diatomeas, un tipo de algas unicelulares que se encierran en una fina cápsula de cristal de sílice y a menudo se encuentran como microfósiles en rocas antiguas.
Van Eaton se planteó buscar posibles restos fósiles en depósitos volcánicos a gran distancia de la fuente original, y eligió el evento que investigó Self, la supererupción de Oruanui del volcán Taupo.
Esa erupción, la mayor del planeta en los últimos 70 mil años, ocurrió bajo las aguas del lago Huka. Los expertos estiman que inyectó gran cantidad de material volcánico mezclado con agua y plancton hasta la estratosfera, a 30 kilómetros de altura.
El equipo de Van Eaton recogió 22 muestras de depósitos de la explosión del volcán en 11 localizaciones diferentes, hasta una distancia de 850 kilómetros en islas próximas.
Identificaron más de 300 restos de valvas de diatomeas de agua dulce en cada muestra, y concluyeron que la erupción dispersó unos 600 millones de metros cúbicos de esas algas.
Los científicos tomaron muestras encima y debajo del estrato de la erupción y comprobaron que las especies de diatomeas eran diferentes, pero las del material eruptivo coincidían con las encontradas en los depósitos volcánicos del propio lago.
En sedimentos distantes encontraron una especie, Cyclostephanos novaezeelandiae, endémica en la isla norte de Nueva Zelanda.
Sin embargo, Van Eaton está consciente de que es necesario demostrar que las diatomeas pueden sobrevivir esos viajes volcánicos.
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