Con cinco tormentas con nombre este verano, la actual temporada de huracanes se perfila como muy activa entre mediados de agosto y octubre, según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) de Estados Unidos.
Los meteorólogos esperan la adición de nueve a 15 tormentas con nombre, de las cuales entre seis a nueve pudieran convertirse en huracanes, y de tres a cinco de ellos de gran intensidad, debido sobre todo al calor, el factor climático detrás de esa mayor actividad.
De acuerdo con los expertos, los mapas del potencial de calor para el desarrollo de los ciclones tropicales en el océano Atlántico muestran un aumento gradual en la etapa comprendida del 24 de mayo al 4 de agosto.
Apuntan que a principios de agosto la calidez necesaria para el desarrollo de los huracanes se amplió significativamente, extendiéndose al este por el Mar Caribe y el Océano Atlántico tropical, al norte en el Golfo de México, e incluso en la Corriente del Golfo frente a la costa sureste estadounidense.
Los pronósticos de pretemporada denotaban el desarrollo de condiciones climáticas similares a las producidas en muchas épocas activas en la región desde 1995.
Entre los factores climáticos incluyen temperaturas superficiales del mar Atlántico por encima de la media y una temporada de lluvias más fuerte en África Occidental, que produce patrones de viento que brindan a los sistemas de tormentas el combustible necesario para convertirse en sistemas tropicales y huracanes.
A medida que avanzó el verano, las aguas cálidas se expandieron lo suficiente hacia el este en el Atlántico durante junio y julio para ayudar a generar dos tormentas como Chantal y Dorian, en aguas profundas del Atlántico tropical, un suceso indicativo en esos meses de la presencia de una temporada de huracanes activa.
Los investigadores agregaron que si el evento de La Niña se hubiera desarrollado además de todas esas condiciones climáticas, entonces las predicciones podrían haber sido aún mayores.
